Lucy y el mar de Elizabeth Strout

Nuestra última lectura del curso, la comentaremos en la sesión del 13 de mayo, es Lucy y el mar de la autora norteamericana Elizabeth Strout.

Elizabeth Strout nació en Portland (Maine) en 1956. Cursó estudios de Derecho en la universidad de Syracusa, donde completó también su formación en Gerontología. Durante varios años compaginó su carrera profesional con la escritura de cuentos y relatos que fueron apareciendo en diversas revistas literarias de gran prestigio.

Su primera novela, Amy e Isabelle, fue nominada al premio Orange y el Faulkner. A partir de ahí su vinculación con el mundo de las letras fue cada vez más estrecho, siendo profesora de Escritura Creativa en diversas universidades.  

Es autora de nueve novelas, todas ellas aclamadas por la crítica y el público.  La autora ha mantenido un raro equilibrio dentro del mundo de la literatura: el de ser igual de atractiva para el público y la crítica.

 En 2009 logró un gran éxito con la novela Olive Kitteridge, que obtuvo el premio Pulitzer, el Llibreter, Bancarella y Mondello y que se convirtió en una aclamada serie de televisión. Esta novela tuvo una continuación en Luz de febrero, donde la escritora retomó al personaje.

En 2016 publicó Me llamo Lucy Barton, personaje que aparecería de nuevo en la novela ¡Ay, William!. Cuando acabó este libro, comenzó la pandemia y, tal como dice la autora en alguna de sus entrevistas, los personajes «…seguían tan vivos en mi cabeza que pensé que tenía que hacer algo con ellos durante ese tiempo» y pensó «vamos a llevarlos a una parte distinta de Maine. Los metemos en una casa y a ver qué pasa.»

LUCY Y EL MAR

Al comienzo de la novela Lucy y William llevan años divorciados. Ella se volvió a casar y enviudó y él ha cosechado dos matrimonios fracasados ya. La ex pareja tiene desde hace tiempo una relación amistosa y las peripecias vitales de sus dos hijas en común, ya adultas, independizadas con sus propias parejas, Crissy y Becka, tejen un particular entramado familiar.

El personaje central, la escritora Lucy Barton, aparecía, como ya he mencionado, en Me llamo Lucy Barton donde la protagonista era una mujer treintañera que se recuperaba de una intervención en la cama de un hospital neoyorquino, donde rememoraba su infancia de penurias en un pueblo de Chicago y nos hablaba de su ex esposo y sus hijas.

En Lucy y el mar han pasado tres décadas y el antiguo matrimonio volverá a convivir. William, que es científico, decide sacar a Lucy de Nueva York cuando la pandemia empieza a dar señales imparables de alerta. Ha adquirido una casa en un pequeño pueblo de Maine, rodeada de acantilados y con el mar como telón de fondo.

Elizabeth Strout borda en esta novela una historia de continuidad —hay referencias a anteriores episodios biográficos de los personajes, viejos conocidos de su universo literario como Olive Kitteridge o Bob Burgess, también el pueblo de Crosby— y nos sumerge en la experiencia inaudita, inesperada, sorprendente e inquietante que fue la pandemia.

La autora nos arrastra con su narración a un terreno de pura ficción que, sin embargo, reproduce algunas experiencias que todos vivimos. Pese a que los mimbres de su historia son de sobra conocidos, consigue captar nuestra atención con una prosa limpia de sorprendente sencillez.

Strout escribe con voz coloquial y evoca esas primeras semanas y esos primeros meses de la pandemia con inmediatez y franqueza. El tono de la novela es el de una conversación con una amiga de toda la vida donde no se aplican filtros ni censuras y cuyo ritmo entrecortado refleja perfectamente el desconcierto que todos sufrimos en esos primeros días. Y este desconcierto se percibe también en el estilo menos vigoroso y estructurado de la autora en este libro con respecto a otros, pero que se presta con más naturalidad al autoanálisis y la indagación en el pasado.

A lo largo de la novela la escritora dosifica con habilidad la información sobre el virus y sus consecuencias, así como las referencias a la política estadounidense —las maneras del presidente, el asalto al Capitolio, los movimientos sociales tras el asesinato de George Floyd…— y las inserta en una historia de familia extensa, con todas sus ramificaciones, que acarrea heridas y pérdidas.

Al final, Lucy y el mar, es una reflexión sobre la complejidad del amor: no solo sobre los imprevistos vínculos que surgen con desconocidos en circunstancias adversas sino tan bien en el reconocimiento del amor que nos salva sin dar explicaciones, con más acciones que palabras, y que atraviesa el dolor del paso del tiempo.

En la película Historias de Filadelfia (George Cukor, 1940), el periodista al que da vida James Stewart dice irónicamente a Katherine Hepburn: «No hay nada más hermoso en este mundo nuestro que ver a los privilegiados gozar de sus privilegios». La novela puede leerse como «los problemas de primer mundo», al mostrar precisamente cómo vivieron la pandemia algunos de los privilegiados de los que hablaba Stewart; no obstante, Strout, a través de su sorprendentemente cándida protagonista, satiriza —o no, ya hablaremos de ello— la actitud autocontemplativa de las élites en un momento de reflexión y sacrificios necesarios y nos muestra cómo ante el Covid todos acabamos enfrentándonos a los mismos retos: la preocupación por la familia y por la pérdida de libertad, la confirmación de cómo las tensiones políticas saltan de la vida privada (el negacionismo) hasta la pública.   

Mandíbula de Mónica Ojeda

Nuestra siguiente propuesta de lectura es Mandíbula de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda.

Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988) es una escritora ecuatoriana, considerada como una de las novelistas más relevantes de la literatura latinoamericana contemporánea. En 2017 fue incluida en la lista Bogotá-30 como una de los 39 mejores escritores latinoamericanos de ficción menores de 40 años. Su primera novela, La desfiguración Silva, ganó el Premio ALBA Narrativa en su edición de 2014. Ese mismo año, obtuvo el Premio Nacional Desembarco de Poesía Emergente por su poemario El ciclo de las piedras, en el que explora la fragilidad de la infancia.

Nefando, su segunda novela, ganó una mención de honor del Premio de Novela Corta Miguel Donoso Pareja en 2014. Dos años más tarde se publicó en España y fue incluida como una de las diez obras representativas del llamado «nuevo boom de literatura latinoamericana». Su tercera novela, Mandíbula, recibió una excelente acogida crítica en España y fue finalista del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa.

Su última obra, una colección de cuentos titulada Las voladoras, publicada en 2020, fue un nuevo éxito crítico para Ojeda, finalista también del Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero. Este año también publicó el poemario Historia de la leche.

En 2021 fue seleccionada por la revista Granta como una de las mejores escritoras jóvenes en español.

MANDÍBULA (2018)

Si Nefando favoreció su inclusión en la citada lista Bogotá 39, Mandíbula, por su ambición y complejidad consagró a Ojeda más allá de cualquier condicionante generacional, en opinión del crítico de El País Carlos Pardo.

El impacto que Mandíbula crea en el lector se atisba ya en las citas iniciales que funcionan como el pórtico de apertura a un mundo que se intuye franco y desasosegante y, probablemente, como «instrucción de lectura» de la obra.

Las alusiones al miedo y su lenguaje, a la muerte, a las relaciones madres-hijas, las mandíbulas y la blancura que aparecen en las mencionadas citas van a ser el leitmotiv de una novela que nos presenta al miedo como la puerta de entrada a lo espeluznante: la aparición de lo impropio o disonante (lo siniestro freudiano) precisamente en los lugares donde se asienta nuestro principio de realidad.  

Mandíbula arranca con el secuestro de Fernanda, una de las alumnas del colegio femenino del Opus Dei de la alta sociedad guayaquileña, por parte de su profesora de Lengua y Literatura, víctima de una obsesión imitativa con su madre difunta. En otra franja de tiempo anterior, Fernanda y su amiga Annelise crean un culto al Dios Blanco de la Edad Blanca, un rito sadomasoquista que explora la violencia magmática de la adolescencia a través de los relatos de miedo y de las creepypastas, narraciones colectivas de terror en Internet, similares a las leyendas urbanas.

Lo que podría parecer, en principio, una novela construida con los mimbres del género de terror —no es difícil ver a Lovecraft detrás de su imaginario terrorífico— va mucho más allá gracias a la capacidad de la autora de «implosionar el lenguaje» y dar un nuevo giro al canon. El dolor físico, el mental, la crueldad, lo prohibido, la extrañeza corporal de la adolescencia, el terror atávico y cotidiano que acecha en cualquier momento, la relación materno-filial y la sexualidad son los ingredientes de un thriller metafísico que ensancha las fronteras del género.

Ojeda sobrevuela más alto, se adentra en la espesura para entregar una ficción densa como un bosque encantado, con una potencia discursiva poco común y con una destacada habilidad técnica que le permite hacer avanzar la narración con pertinentes saltos en el tiempo y acertados juegos especulares creando una estructura de caja de resonancia digresiva que va in crescendo.

La autora varía los enfoques para relatar su historia: las conversaciones con el psicólogo, las narraciones en tercera persona apegadas a la voz narrativa de los personajes, fragmentos que alternan dos tiempos narrativos —un recurso muy propio de Vargas Llosa, por ejemplo—, la carta-ensayo que una de las alumnas entrega a su profesora, donde la joven vierte algunas reflexiones sobre el género del terror que pueden resultar claves para entender la forma de escribir de Ojeda.

Mandíbula es una novela excepcional por más motivos: por la variedad de registros y voces, el rigor poético para nombrar lo inestable y la rica textura de una prosa que, por momentos, alcanza el estado de gracia; una prosa profusa que se apuntala con guiones, paréntesis y contrapuntos.

Además de una novela de terror, Mandíbula es también una novela de formación: una intensa fabulación de la amistad y una novela de internado femenino — un mundo sin hombres y sin apenas adultos— donde se ejerce la violencia en diversos niveles: socioeconómicos, eróticos y ficcionales; es decir, a través de la mediación de los relatos.

El título de la novela —Mandíbula— procede de la seducción que produjo en la autora conocer que la mandíbula del cocodrilo, la mordida más letal de la naturaleza, es también el refugio de sus crías. Esta imagen, evidente en toda la novela, abre la interpretación hacia la relación maternidad-canibalismo, relacionada con el tópico de lo femenino-monstruoso, que constituye uno de los tópicos de la literatura de terror.

Con su lenguaje metafórico hecho de volcanes, bosques, ruinas urbanas, pesadillas digitales, espectros lacanianos y sexualidad menstrual, Mónica Ojeda ofrece en Mandíbula una excelente muestra de la nueva narrativa hispanoamericana.

SI TE HA GUSTADO ESTA NOVELA, TE GUSTARÁN…

LA FURIA DE SILVINA OCAMPO

No es exagerado afirmar que La furia, publicado por primera vez en 1959, es el libro más ocampesco de su autora, el que inaugura ferozmente su voz narrativa y su universo alucinado. Y esa cualidad se revela desde sus primeras páginas, donde la elegancia casi mitológica de «La liebre dorada» es seguida de un laberíntico monólogo sobre los celos («La continuación»), y se prolonga en el éxtasis de un enfermo que agoniza en una cama de hospital, feliz de haber escapado de las preocupaciones de la vida cotidiana («El mal»). Esa variedad de temas y de tonos alcanza uno de sus puntos más altos en «Las fotografías», donde parientes y amigos atormentan con distraída crueldad a una niña lisiada durante su cumpleaños. En estos treinta y cuatro relatos, Silvina Ocampo nos revela la fragilidad de los elementos que componen la realidad o, más modestamente, las apariencias. Lo hace con la precisión visionaria de su prosa, que ilumina con destellos de sabiduría y de humor el oscuro mundo de las pasiones humanas

EL HUÉSPED Y OTROS RELATOS SINIESTROS DE AMPARO DÁVILA

Una selección de los cuentos más incitantes y perturbadores de la autora mexicana Amparo Dávila en una edición ilustrada para jóvenes. A través de historias fantásticas y una pluma incomparable, la autora cautivará a nuevas generaciones con relatos fantásticos como «El huésped», en el que una criatura acecha la tranquila vida de una mujer; o «Alta cocina», una pequeña narración de la agonía de diminutos seres que se enfrentan ante su inevitable destino; además, se incluirán cuentos clásicos de Dávila como «Árboles petrificados», «Música concreta» y «Tiempo destrozado». 

PELEA DE GALLOS de MARÍA FERNANDA AMPUERO

María Fernanda Ampuero reunió en su primer libro de cuentos a un buen número de seres inocentes que se corrompen, gente enferma de amor, de soledad, de pérdida —personas que luchan, a su manera, contra la nítida crueldad de estar vivos— y lo hace conun libro demoledor y apegado a Latinoamérica, en cuyas páginas se van desgranando elementos culturales, políticos y sociales que retratan a un continente en su complejidad, en sus radicales diferencias y semejanzas.

LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO DE MARIANA ENRÍQUEZ

El mundo de Mariana Enríquez no tiene por qué ser el nuestro, y, sin embargo, lo termina siendo. Bastan unas pocas frases para pisarlo, respirarlo y no olvidarlo gracias a una viveza emocional insólita. Con la cotidianidad hecha pesadilla, el lector se despierta abatido, perturbad por historias e imágenes que jamás conseguirá sacarse de la cabeza.

En estos doce cuentos el lector se ve obligado a olvidarse de sí mismo para seguir las peripecias e investigaciones de cuerpos que desaparecen o bien reaparecen en momento menos esperado. Ya sea una trabajadora social, una policía o un guía turístico, los protagonistas luchan por apadrinar a seres socialmente invisibles, indagando así en el peso de la culpa, la compasión, la crueldad, las dificultades de la convivencia, y en un terror tan hondo como verosímil.

LOS PELIGROS DE FUMAR EN LA CAMA DE MARIANA ENRÍQUEZ

En los doce soberbios cuentos que componen este volumen Mariana Enríquez despliega todo un repertorio de recursos del terror clásico: apariciones espectrales, brujas, sesiones de espiritismo, grutas, visiones, muertos que vuelven a la vida… Pero lejos de proponer una nueva revitalización arqueológica del género, reelabora ese material con uan voz propia y radicalmente moderna. Tirando del hilo de la mejor tradición, la lleva un paso más allá, con historias que indagan en lo siniestro que se agazapa en lo cotidiano, despliegan un turbio erotismo y crean imágenes poderosísimas que dejan una huella indeleble.

DISTANCIA DE RESCATE de SAMANTA SCHWEBLIN

Distancia de rescate fue la extraordinaria primera novela de Samanta Schweblin, ganadora del premio Tigre Juan en 2015.

El campo ha cambiado frente a nuestros ojos sin que nadie se diera cuenta. Y quizá no se trate solo de sequías y herbicidas, quizá se trate del hilo vital y filoso que nos ata a nuestros hijos, y del veneno que echamos sobre ellos. Nada es un cliché cuando finalmente sucede.

Distancia de rescate sigue esta vertiginosa fatalidad haciéndose siempre las mismas preguntas: ¿Hay acaso algún apocalipsis que no sea personal? ¿Cuál es el punto exacto en el que, sin saberlo, se da el paso en falso que finalmente nos condena?

Samanta Schweblin ha escrito un relato extraordinario e hipnótico, urgente y perdurable, que logra mantenernos inevitablemente atrapados y sumergirnos en un universo ficcional estremecedor.

XVIII CONCURSO LITERARIO «NUESTRA POÉTICA FUTURA»

Un año más, el programa Poesía para llevar, junto al Departamento de Lengua castellana y Literatura del IES Miguel Catalán y con la colaboración de la Biblioteca del centro, convoca la XVIII edición del concurso literario «Nuestra poética futura» con el objeto de fomentar la creación literaria entre los jóvenes estudiantes, sus familias y el personal vinculado a este centro educativo.

¿QUIÉN PUEDE PRESENTARSE?

Pueden participar TODOS LOS MIEMBROS DE LA COMUNIDAD EDUCATIVA DEL IES MIGUEL CATALÁN (alumnado, profesorado, familias, personal no docente, etc.)

¿CUÁNTAS CATEGORÍAS HAY?

Se establecen las siguientes categorías:

  • CATEGORÍA I: alumnado de 1.º, 2.º 3.º ESO (incluido 1.º PAI, 3.º Diversificación y FP Básica.
  • CATEGORÍA II: alumnado de 4.º ESO (incluido 4.º Diversificación), Bachillerato y Ciclos Formativos.
  • CATEGORÍA V: personas adultas: familias, profesorado, personal no docente y demás miembros de la comunidad educativa.

¿QUÉ PUEDO PRESENTAR?

Un poema original de una extensión máxima de 20 VERSOS, de tema y formas LIBRES, escrito en cualquiera de las lenguas de la Comunidad Autónoma.

¿CÓMO PRESENTO MI POEMA?

Los trabajos irán firmados con seudónimo o lema. Se presentará una copia del trabajo firmada con seudónimo. En una hoja aparte debe incluirse la siguiente información: nombre, apellidos, correo electrónico, teléfono, curso y grupo.

¿DÓNDE LO ENTREGO?

Puedes presentar tu poema en la Biblioteca. Recuerda que está abierta todos los días de 10.55 a 11.25

¿HASTA CUÁNDO TENGO DE PLAZO?

Los trabajos se entregarán ANTES DEL 21 DE MARZO.

¿QUÉ PREMIOS SE OTORGAN?

  • CATEGORÍAS I y II: primer premio: Libros / detalle. Segundo premio: un libro/ detalle.
  • CATEGORÍA V: premio especial.

¿QUIÉN ES EL JURADO?

El jurado estará compuesto por los miembros del Departamento de Lengua castellana y Literatura y la Biblioteca del centro. El fallo del jurado será inapelable y se podrán declarar los premios desiertos.

¿CUÁNDO SABRÉ SI HE GANADO?

El resultado del concurso se hará público el 27 DE MARZO. Los poemas ganadores se publicarán en un especial de Poesía para llevar del centro el 24 de abril y en el blog de la Biblioteca. Los originales premiados quedarán en poder del instituto que podrá reproducirlos y utilizarlos libremente. Serán enviados al grupo de Poesía para llevar para participar en el concurso entre los centros del programa. El 24 de abril se publicarán los ganadores en un número especial que se llamará NUESTRA POÉTICA FUTURA.

La participación en este concurso implica la aceptación de las BASES.

#9 Bibliomujeres: Herrade de Landsberg

Herrade de Landsberg fue una abadesa de la abadía de Hohenburg en los montes Vosgos. Fue la autora de la primera enciclopedia escrita por una mujer, el Hortus deliciarum (Jardín de las delicias en latín).

Herrade de Landsberg nació en el año 1125 en el seno de una noble familia alsaciana. Siendo muy niña tomó los hábitos en la abadía de Hohenburg en los montes Vosgos. Esta abadía, conocida como Mont St. Odile, era especialmente rica y poderosa a causa del apoyo del emperador Federico I Barbarroja. Constituía además un centro de reformas eclesiásticas en el que Herrade recibió la mejor educación accesible a una mujer en el siglo. Más adelante, la propia Herrade se convertiría en la hermana encargada de gobernar y educar a sus compañeras monjas. En 1167 fue elegida abadesa.

Hacia el año 1165 Herrade había comenzado entre los muros de su convento la obra por la que sería conocida, el Hortus deliciarum, un compendio de todas las ciencias estudiadas en su época, incluyendo la teología que servía como libro de texto para las jóvenes novicias del convento.

Herrade terminó su obra en 1185 y el manuscrito se convirtió en uno de los manuscritos ilustrados más celebrados de la época. Tras ser preservado durante siglos en la abadía de Hohenburg, el manuscrito del Hortus deliciarum pasó a la biblioteca municipal de Estrasburgo durante la Revolución Francesa. En 1870 el manuscrito fue destruido en el incendio de la biblioteca que sucedió durante el asedio de la ciudad  en la guerra franco-prusiana.

Afortunadamente,  tanto las ilustraciones como el texto habían sido copiados en 1818 por lo que se pudo conservar.

El Hortus deliciarum es más que un compendio de todo el conocimiento del siglo XII, contenía poemas, música e ilustraciones. La mayor parte de este se halla en latín, con glosas en alemán.

Entre los poemas se encuentran algunos escritos por la propia Herrade dirigidos a las monjas.  Aunque la obra presenta algunos defectos gramaticales, su sentimiento es sincero, las líneas poéticas son musicales y admirablemente adaptadas a su propósito, el servicio a la divinidad. La mayoría de ellos están acompañados de la música con que debían interpretarse. En este sentido, el Hortus deliciarum es una de las primeras fuentes del origen de polifonía de un convento.

Las ilustraciones eran, sin duda, su parte más famosa y apreciadas. Se trata de 336 ilustraciones que simbolizaban diversos temas, desde teológicos y filosóficos hasta literarios; algunas son históricas, otras representan escenas relacionadas con la experiencia personal de la artista y una ilustración es una serie de retratos de sus hermanas religiosas.

#8 Bibliomujeres: Beatriz de Dia

Beatriz de Dia, una señora bella y buena

Poco sabemos de Beatriz de Día, más conocida como la condesa de Día, excepto una frase entresacada de una «vita» (una biografía) que dice: «La Condesa de Día fue  mujer de Guillermo de Poitiers, una señora bella y buena. Y se enamoró de Rimbaud de Orange, e hizo sobre él muy bellas canciones»

Beatriz había nacido en 1140. Para algunos historiadores, Beatriz fue la hija del conde Isoardo II de Die, aunque otros creen que nació en el Dephinado de Viennois y, por tanto, sería hija de Guiges IV. Según esta hipótesis, llegó a ser condesa de Día tras su matrimonio con Guillermo de Poitiers, quien tenía posesiones en el condado de Die. Fue una de las más famosas trovadoras de su tiempo. Dedicó su poesía a su amor prohibido, el trovador Rimbaud de Orange. En sus canciones proclama el amor adúltero, prohibido pero arrebatador, pasional y trágico.Sus versos transpiran el carácter de una mujer valiente y dispuesta a romper con la eterna imagen de mujer callada, obediente y sumisa.

Un buen ejemplo es la canción Estat ai en greu cossirier, (He estado muy angustiada):

He estado muy angustiada
por un caballero que he tenido
y quiero que por siempre sea sabido
cómo le he amado sin medida;
Ahora comprendo que yo me he engañado,
porque no le he dado mi amor,
por eso he vivido en el error
tanto en el lecho como vestida.
Cómo querría una tarde tener
a mi caballero, desnudo, entre los brazos
y que él se considerase feliz
con que sólo le hiciese de almohada,
lo que me deja más encantada
que Floris de Blancaflor:
Yo le dono mi corazón y mi amor,
mi razón, mis ojos y mi vida.
Bello amigo, amable y bueno,
¿cuándo os tendré en mi poder?
¡Podría yacer a vuestro lado un atardecer
y podría daros un beso apasionado!
Sabed que tendría gran deseo
de teneros en el lugar del marido,
con la condición de que me concedierais
hacer todo lo que yo quisiera.

Podéis oírla en su lengua original (la langue d’oc):

Otra de sus composiciones es Ab joi et ab joven m’apais (De alegría y juventud me sacio):

Fin ioi me don’alegranssa (La alegría cortés me da felicidad)

La Condesa de Dia fue la autora de la única partitura de una canción escrita por una mujer de su tiempo que haya llegado hasta nuestros días, A chantar m’er de so qu’eu no volria. (Ahora deberé cantar de lo que no querría):

#7 Bibliomujeres: María de Francia

Marie de France, from an illuminated manuscript now in the Bibliothèque nationale de France: BnF, Arsenal Library, Ms. 3142 fol. 256

«María me llamo, y soy de Francia»

Así se presentaba a sí misma María de Francia, considerada la primera escritora francesa, una mujer culta que conocía el inglés, el bretón y el latín, así como la literatura de su época. No se sabe mucho sobre la personalidad de esta escritora, que en sus obras se dirige a un público cortesano al que conoce muy bien; que dedica su obra principal a un rey, que seguramente es Enrique II de Inglaterra (1133-1189), y que era mujer de sólida formación latina, atestiguada por la traducción del relato maravilloso y legendario del purgatorio de san Patricio, escrito en latín por Enrique de Saltrey y por la  versión que hizo de una de las derivaciones del fabulario, a la que denominó Ysopet, en la que cada fábula va seguida de reflexiones morales:

El ratón de ciudad y el ratón de campo

Se dice de un ratón de ciudad
que quiso ir a divertirse a una ciudad cercana
y tuvo que pasar por medio de un bosque.
Y en el bosque le sorprendió la noche.
Encontró un agujero que había hecho por allí un ratón de bosque,
al que había llevado su despensa.
El ratón de ciudad le preguntó si tenía por allí algo de comida.
—Tengo más que suficiente— el otro le responde—,
¡Pasad y ved! Y su hubierais traído compañía
seríais bien servidos igualmente.
Después de haber pasado allí algún tiempo, habló a su compañero;
le dijo que su casa no era buena
y que no quería quedarse más tiempo; que se fuera con él y ya vería
cómo le proporcionaba ricos salones,
bellas despensas y bellas bodegas,
buenas bebidas y buenas comidas.
El otro se lo cree y va con él.
Lo llevó a ricas salas, le enseñó sus desvanes,
despensas y bodegas llenas de harina y miel.
Realmente creyó estar en el cielo.
Pero entonces llegaron los bodegueros
que tenían que entrar en la bodega.
No bien la puerta abrieron, los ratones entraron en sus agujeros.
El del bosque, que ignoraba su existencia, quedó pasmado de estupor.
Cuando salieron los otros de la bodega, los ratones volvieron a comer.
Este, que se había llevado un susto de muerte, estaba triste y dolorido.
Su compañero lo miró y le preguntó con gran dulzura:
— ¿Por qué tienes esa cara, mi dulce amigo?
— Aún — dijo— me dura el sobresalto del miedo que he pasado.
¡Mucho me arrepiento de haberte creído!
Me contaste al detalle tus aventuras,
mas no me hablaste de tus desventuras.
Te asustas de la gente, de los gatos, incluso de los pájaros
y de los ingenios que contra ti preparan.
Yo prefiero vivir solo en el bosque, seguro y sin angustias,
que lleno de tristeza en tus salones.
Esta fábula contiene esta sentencia:
todos prefieren gozar de sus pequeñas cosas en paz y sin temor
que la riqueza ajena con pena y aflicción.

Se ha querido identificar a esta dama escritora con encumbradas señoras o abadesas que llevaron su nombre de pila, pero no existen argumentos que confirmen tales hipótesis. El hecho de que puntualice que es «de Francia» podría hacer sospechar que no residía precisamente aquí, y es muy posible que su labor literaria se realizara en el ambiente anglonormando de Inglaterra.

¿Qué es un lai?

Se trata de una narración de carácter episódico, que a veces se reduce a una anécdota muy sencilla que se relata en un centenar de versos, como ocurre en la Madreselva, y que tienen por lo general un acusado tono cortesano y elegante.

Los lais de María de Francia

Se abre esta obra con un prólogo muy interesante por las afirmaciones de la escritora acerca del propósito de su obra, sus ideas sobre la escritura en lengua vulgar y las características de las narraciones que va a ofrecer a sus lectores.

Afirma que todo aquel a quien Dios ha concedido ciencia y elocuencia no debe permanecer callado y tiene la obligación de exteriorizarse. Fiel a estas consideraciones nos informa de que durante un tiempo pensó en traducir del latín al romance alguna obra buena; pero, como esto ya lo han hecho otros, se inclinó por un tipo muy distinto de labor literaria. Podéis leer los versos en la lengua original en que fueron escritos  (la traducción está debajo, no temáis):

Des lais pensai, k'oï aviee. Ne dutai pas, bien les saveie, ke per remembrance les furent des aventures k'il oïrent cil ki primes les comencierent e ki avant les enveierent. Plusurs en ai oï conter, nes voil laisser ne oblïer. Rimes en ai e fait ditié, sovents fiez en ai veillé.

[Pensé en los lais que había oído. Ya no dudé más, pues bien sabía que aquellos que los comenzaron y que los divulgaron los hicieron para conservar el recuerdo de aventuras que habían oído. Muchos he oído contar, y no quiero dejarlos ni olvidarlos. Los he puesto en rima y he hecho con ellos un libro que me ha costado muchos desvelos.]

Estas afirmaciones, tan personales y realmente originales, se corroboran y completan con datos que María de Francia da en otros pasajes de su conjunto de narraciones, y ello nos permite llegar a conclusiones basadas en los términos que la escritora da a los tres elementos que confluyen en sus relatos.  Afirma, en primer lugar, que para conservar el recuerdo de ciertas anécdotas de carácter amoroso o fantástico, anécdotas a las que da el nombre de aventuras, alguien, generalmente los bretones, compusieron ciertos lais, que eran unas canciones muy conocidas (la palabra lai deriva del céltico laid, canción).

María de Francia se propone en sus narraciones (que ella a veces llama contes, cuentos)  contar las aventuras que originaron determinados lais. En algunas ocasiones, la autora no tan solo explica la aventura, sino que da detalles muy precisos sobre el origen de una cancioncilla: quién la compuso, dónde y en qué ocasión.

La narración titulada Madreselva (Chevrefoil) es una de las más bellas de María de Francia y tiene el gran interés de relatar una leve anécdota de los amores de Tristán e Iseo y explica con gran claridad su origen y formación. Leedla:

Bastante me agrada y bien lo deseo, contaros la verdad del lai que se llama Madreselva, por qué fue hecho, cómo y dónde. Muchos me han contado y hablado, y yo lo he encontrado por escrito, de Tristán y la reina, de su amor que fue tan puro, por el que recibieron abundantes dolores y después murieron en un solo día.
El rey Marco estaba enfadado, encolerizado con Tristán, su sobrino; lo alejó de su tierra porque amaba a la reina. A su país ha vuelto, a Gales del Sur donde había nacido. Un año permaneció sin poder regresar; luego, se arriesgó a la muerte y a la destrucción. No os sorprendáis, pues el que ama lealmente está triste y afligido cuando no tiene lo que desea. Tristán está afligido y meditabundo, por eso se marcha de su tierra. Va directo a Cornualles, donde vivía la reina. Entra a solas en el bosque: no quería que nadie lo viera. Por la tarde salía, cuando era hora de recogerse en casa. Con los campesinos, con gente pobre, buscaba albergue por la noche; les preguntaba las nuevas del rey, cómo le iba.
Un día le dicen que han oído que los nobles habían sido convocados y tenían que ir a Tintagel: el rey quería tener corte allí; para Pentecostés estarán todos, habrá gran alegría y solaz, y la reina también estará. Tristán al oírlo se alegró mucho: ella no podrá ir sin que él la vea pasar.
El día en que el rey se puso en marcha, Tristán regresó al bosque. Sobre el camino por el que sabía que debía pasar el cortejo puso una rama de avellano cortada por la mitad y la partió de forma cuadrada. Cuando hubo preparado esta vara, con su cuchillo escribió su mensaje en ella. Si la reina la veía, que solía estar muy atenta y ya otra vez se había dado cuenta, reconocería la rama de su amigo al verla.
El sentido de los escrito era que le hacía saber que ya había permanecido mucho tiempo allí, para espiar y saber cómo poder verla, pues no podía vivir sin ella. Entre ellos dos ocurría como con la madreselva, que se agarra al avellano: cuando está sujeta y prendida y se pone alrededor de la madera juntos sobreviven sin dificultad; pero cuando luego se separan, el avellano muere rápidamente y la madreselva también. —Bella amiga, así nos ocurre: ni vos sin mí, ni yo sin vos.
La reina iba cabalgando. Mira la pendiente alrededor y vio la vara, se dio cuenta, reconoció las letras. A los caballeros que la acompañaban y que cabalgaban junto a ella les dijo que se detuvieran: quiere desmontar y descansar. Y cumplen sus órdenes.
Se alejó un poco del camino, en el bosque encontró al que amaba más que a nada vivo: ambos tuvieron una gran alegría. Habló con él a su gusto y le dijo lo que le apeteció; luego le mostró de qué manera se reconciliaría con el rey, y que le había pesado mucho que lo alejara de aquella forma de su lado: lo hizo por las acusaciones.
Con esto se marcha, deja a su amigo; pero cuando llegó el momento de la separación, empezaron a llorar. Tristán volvió a Gales, hasta que su tío lo llamó. Por la alegría que tuvo al haber visto a su amiga y por lo que escribió según dijo la reina, para recordar sus palabras, Tristán, que sabía tañer el arpa muy bien, hizo un nuevo lai; lo diré brevemente: Gotelef lo llaman los ingleses, Chivrefoil los franceses. Ya os he dicho la verdad del lai que acabo de contar.

[Versión en prosa, Alianza editorial]

María de Francia confiesa que algunos de los lais de que ella trata los compusieron los bretones, incluso «los antiguos bretones», y alguna vez da el nombre que tienen en bretón y sus equivalentes en inglés y en francés:

Os contaré una aventura sobre la cual los bretones hicieron un lai; se titula Laustic,según creo, y así lo llaman en su país, o sea Russignol en francés y Nightigale en correcto inglés 

Estos versos, así como otros similares que se encuentran en las narraciones de María de Francia, revelan el ambiente en que se desenvolvió la escritora: en una zona de la Romania en la que conviven el francés y el inglés y en la que hay lectores que conocen ambas lenguas, y donde al propio tiempo gozan de prestigio cancioncillas que se divulgan en bretón. Todo ello se da en Inglaterra, donde escribía esta dama que tiene tanto interés en hacer constar que es «de Francia», es decir, natural del reino de Francia.

María de Francia se propone, pues, en sus narraciones contarnos anécdotas que suscitaron el nacimiento de unas cancioncillas llamadas lais, y en modo alguno se considera autora de estos lais, sino de unos contes en los que se explica aquella anécdota a la que da el nombre de aventura. Pronto, no obstante, el público se habituó a dar el nombre de lais a los cuentecillos escritos por María de Francia hasta el punto de que tal denominación se ha impuesto, y no constituye ningún dislate hablar de «los lais de María de Francia», tal como hemos hecho nosotros en el título de esta entrada.

No obstante, no todos los cuentos de María de Francia tienen carácter y escenarios bretones, y algunos parecen desligados de tradiciones célticas. Entre estos es curioso que el titulado Los dos amantes esté localizado en cierto lugar de Normandía en el cual hay una montaña que todavía lleva ese nombre. La narración es un trágico idilio, en el que el amante demuestra su amor llegando hasta la muerte y rehusando un filtro mágico que le hubiera preservado de ella, motivo que parece  proceder de un relato del escritor griego Partenio.

Los cuentos de Equitán y de Milón desarrollan temas folclóricos conocidos en todas partes. Y en el notabilísimo Bisclavret María de Francia recoge el curioso tema del licántropo u hombre lobo, creencia tan divulgada en Galicia (el lobishome) y en Bretaña (el loup-garou) y que encontraremos en obras tan distantes como el Satiricón de Petronio y Los trabajos de Persiles y Sigismunda de Cervantes, en un impresionante episodio.

En los cuentos de María de Francia de carácter bretón aumenta el elemento fantástico y maravilloso. Encontramos en ellos el motivo del amante que se convierte en pájaro para visitar secretamente a su amada, y que es brutalmente herido por el celoso marido de esta, lo que constituye el asunto de Yonec; el de la cierva que alcanzada por las flechas de un cazador, habla y le pronostica amores desgraciados, y el del bajel que navega sin marineros que lo gobiernen, como ocurre con Guigemar; el del caballero que tiene amores con una dama misteriosa que lo arrebata cuando lo llevan a ajusticia, asunto de Lanval. Otros son sencillas historias sentimentales, cuyo eje es una anécdota en sí muy insignificante, pero de gran intensidad, como el de Laustic, ya citado, en el que también un marido celoso mata al ruiseñor que todas las noches cantaba cerca de la ventana de su esposa. Asuntos tan sencillos como estos adquieren en la pluma de María de Francia una delicadez sorprendente y turbadora.

El arte de María de Francia

María de Francia tiene un extraordinario acierto en la creación de ambientes maravillosos y climas de poético misterio. La composición de sus narraciones es sumamente hábil, y la acción discurre perfectamente enlazada en sus acontecimientos. Su estilo es muy sobrio, aunque no sea tan preciso y rectilíneo como el de Chrétien de Troyes, su contemporáneo.

En sus cuentos defiende el amor sincero y no perdona ni a los maridos celosos ni al egoísmo. Sus doce cuentos, llenos de finura, de sentimiento y de arte, inauguran la narración breve en lengua romance y en verso y dan a las ficciones literarias de ambiente bretón un delicado tono de ensueño y maravilla.

Fuente: Riquer, M. de y Valverde, J. M. : Historia de la Literatura Universal. Volumen 3. Barcelona, Planeta, 1984.

#6 Bibliomujeres: Hildegarda de Vingen

La abadesa Hildegarda de Vingen es considerada la primera bióloga alemana, la primera médica y la primera feminista: una de las mujeres más extraordinarias  de la Edad Media europea.

Nació el 17 de septiembre de 1098 en Bermershein vor der Höhe, en el valle del Rin, en el seno de una familia noble y acomodada. Al ser la menor de diez hijos, sus padres la consideraron un diezmo para Dios y la consagraron desde su nacimiento a la vida religiosa, siguiendo una costumbre de la época. Nada más nacer la entregaron a la condesa Jutta de Spanheim para que la preparase para tomar los hábitos. Vivió más de diez años en el castillo de la condesa donde recibió una esmerada educación. Cuando cumplió los 14 años, ella y la condesa, ingresaron en el convento de Disibodengerg donde vivió hasta los 81 años.

Scivias y el flujo abismal de los misterios de Dios

Hildegarda era de constitución débil en su infancia, sufría constantes enfermedades y experimentaba visiones. Sus visiones le producían grandes dolores de cabeza, pero nunca perdía el conocimiento o se aislaba del mundo como otros místicos. El suyo es el único caso de misticismo consciente en toda la historia de la Iglesia.

Ella misma contó que su primera visión la tuvo a la edad de tres años, pero no contó a nadie esta experiencia por miedo a las consecuencias que esto podía tener. No fue hasta la edad de 38 años, siendo ya abadesa de su monasterio, cuando Hildegarda comienza a escribir su primera obra Scivias (Conoce los caminos) donde  cuenta «el flujo abismal de los misterios de Dios», como llamaba ella a sus episodios místicos.

En su visión profética, la realidad humana y la divina son una misma realidad, garantizadas por el amor que la mujer sabe encarnar. Ella ve y describe a Dios como una «luz viviente», una luz de la que también forma parte el ser humano y sobre la que ella misma se define como «sombra de la luz viviente».

Pronto el papa Eugenio III encarga investigar discretamente a Hildegarda, pero al poco tiempo él mismo aprueba Scivias y alienta a los demás religiosos a su lectura, animando a la monja a que siguiera dejándose empapar por estos momentos místicos. El apoyo del Papado fue muy importante para Hildegarda que se convirtió, a partir de ese momento, en uno de los personajes más influyentes de la Cristiandad.

Rápidamente, su fama como adivina traspasaría las fronteras germanas, convirtiéndose en la «sibila del Rin», a la que acudían emperadores como Federico Barbarroja, reyes y cargos de la Iglesia para consultarle sobre diversas cuestiones, por lo que también influyó en el mundo de la política y la diplomacia.

Además del Scivias donde comenta, como hemos visto, sus 26 visiones,  escribió el  Liber vite meritorum (Libro de los méritos de la vida)  sobre teología moral donde, partiendo de la visión de Dios como un hombre cósmico que sustenta y vivifica al universo, Hildegard llega a una exposición de los principales vicios espirituales y sus virtudes opuestas

Por último, escribió el Liber divinorum operum (Libro de las obras divinas), sobre cosmología, antropología y teodicea. Es la descripción de diez visiones, en donde realiza una cosmología que estructura al universo en correspondencia con la fisiología humana, y que convierte los actos del hombre en paralelos a los actos de Dios, mediante su cooperación activa en la construcción y orden del cosmos.

Una rebelde imaginativa

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Hildegarda también destacó en la música y además de una manera bien original. Al parecer decidió dar sepultura en el cementerio de su abadía a un caballero que había sido excomulgado. Varios religiosos pidieron la exhumación de los restos y exigieron que se trasladaran a otro suelo que no fuese santo. La monja, muy abatida por la memoria del muerto, se negó rotundamente a trasladar el cadáver. Su negativa atrajo la ira de los eclesiásticos quienes le castigaron prohibiéndole asistir a misa y cantar los salmos religiosos del salterio.

La abadesa aceptó humildemente su castigo, pero decidió que ya que le habían prohibido cantar los salmos del libro de salmos del convento, compondría otros. Al final compuso 78 obras musicales de gran valor para la comunidad religiosa, agrupadas en la Symphonia armonie celestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes)

A Hildegarda se le atribuye la invención del oratorio, lo que no deja de ser interesante porque oficialmente el oratorio se «inventó» en el siglo XVII.  Su música era una expresión de sus ideas acerca de la sanación y su vinculación con la espiritualidad: «Todas las artes que sirven los deseos humanos y las necesidades del ser humano se derivan del aliento que Dios envió al interior del cuerpo humano», decía.

El placer de las mujeres

A pesar de que Hildegarda tomó los hábitos siendo una niña y, al parecer, no tuvo nunca experiencias sexuales, fue la primera persona que abogó por la liberación sexual femenina. Las ideas de esta mujer eran pura dinamita en la época: promovía la igualdad de géneros, negaba que el placer sexual fuera fruto del pecado y sostenía que la sangre que verdaderamente manchaba no era la de la menstruación sino la que se derramaba en las guerras. Fue la primera mujer que consideró que las mujeres sienten el placer sexual igual que los hombres

En su libro Cause y cure describe por primera vez el orgasmo femenino en pleno siglo XII:

«Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de esta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquel el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano».

Eva no tuvo la culpa

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Para hacer una declaración tan revolucionaria, la abadesa Hildegarda revisó el Génesis y, tras su estudio, concluyó que Eva no había tenido la culpa de que Adán mordiese la manzana y la humanidad fuera expulsada del Paraíso. Según su análisis, la culpa de todo la tuvo el demonio quien había preparado una trampa a Eva porque se sentía celoso porque la mujer tenía el único poder que él no poseía: el de dar la vida. En una época tan misógina como la Edad Media donde todas las mujeres se consideraba «hijas de Eva» y, por tanto, pecadoras y culpables de la expulsión del Paraíso, esta afirmación resultaba tremendamente innovadora.

Hildegarda, científica adelantada a su tiempo

Hildegarda fue una visionaria, escribió sobre teología, propuso ¡300 años antes que Copérnico! que la Tierra giraba alrededor del Sol y escribió sobre gravitación universal ¡500 años antes que Newton!

Sus dos obras científicas, la ya citada Cause y Cure sobre medicina y Physica sobre contenidos físicos, desarrollan un análisis del funcionamiento del cuerpo humano. En ellos defiende que la alteración del medio natural puede hacer enfermar a las personas, acentuó la importancia de la alimentación en la salud y el uso de plantas, piedras y animales como remedio para enfermedades. Además hablaba de la influencia de los estados anímicos sobre los males corporales, cuestión que hasta hace muy poco no se ha aceptado en la medicina actual.

Otra de sus habilidades era la de curar con agua del Rin. Su fama como sanadora atraía a tanta gente al convento que se dice que una de las monjas trató de convencer al obispo de que ordenara a Hildegarda parar de hacer milagros.

Su labor como predicadora

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A pesar de las variadas actividades y su dedicación intelectual no dejó de lado la predicación: hizo cuatro viajes por varias regiones de Alemania para comunicar sus perspectivas sobre redención, conversión y reforma del clero; y con la certeza de ser portadora del mensaje divino, habló en las iglesias, con la esperanza de acercar más la iglesia al pueblo.

Hildegarda se carteó y polemizó con papas, reyes, nobles y teólogos de la talla de Bernardo de Claraval. Incitó a los papas a la reforma, criticándoles con dureza y señalando que el Espíritu Santo hablaba también a través de ella —una mujer— porque la Iglesia, dirigida por hombres, había traicionado su naturaleza y su misión. Denunció la corrupción de los grandes prelados y criticó la posición de la Iglesia frente a los cátaros. Si bien consideraba que estos debían ser expulsados del seno de la Iglesia, al mismo tiempo condenaba la persecución y ejecución de que fueron víctimas.

A pesar de sus detractores, Eugenio III consideró sus escritos de inspiración divina y le dio carta blanca para continuar predicando y escribiendo.

Lingua ignota

Hildegarda inventó la primera lengua artificial de la historia, a la que denominó Littere ignote y que usó para su obra Lingua Ignota.

Dicha lengua fue expuesta en su escrito Ignota Lingua per simplicem hominem Hildegardem prolata, que ha llegado a nosotros integrada con otras obras en el Riesencodex, en sus folios 461v–464v, así como en el de Berlín, folios 57r–62r. La obra es un glosario de 109 palabras escritas en dicha lengua con su significado en alemán, incluyendo el de algunas plantas y términos usados en sus obras médicas.

Se ha propuesto que su creación fue de carácter místico, tal vez una especie de glosolalia (lenguaje ininteligible), no obstante, muchas de las palabras de dicho lenguaje parecen tender hacia un interés científico. Pero no hay un motivo claro del porqué de su creación.

Hildegard  murió en 1179 a los 81 años. Sus reliquias fueron conservadas en el convento de Rupertsberg hasta la destrucción de este en 1632, durante la Guerra de los Treinta Años, siendo llevadas a Colonia y después a la iglesia parroquial de Ebingen, donde aún reposan.

En mayo de 2012 el papa Benedicto XVI la canonizó y nombró Doctora de la Iglesia. Su onomástica se celebra el 17 de septiembre, día de su nacimiento, fecha que también le dedican, curiosamente, la iglesia anglicana británica y la episcopal escocesa.

Visión (Margarethe von Trotta, 2009): una película sobre Hildegarda de Bingen

Sobre la vida de Hildegarda de Bingen se realizó en 2009 una película titulada Visión, dirigida por Margarethe von Trotta. Podéis verla aquí:

Fuentes:

#5 Bibliomujeres: Anna Comnena (1083-1153)

Anna Comneno (o Comnena) fue una princesa bizantina de gran cultura, hija del emperador Alexis I Comneno y de la emperatriz Irene Ducas. La joven princesa recibió una esmerada educación que la convirtió en una erudita en literatura bizantina, historia, geografía, mitología e incluso filosofía.

Alexis I

Cuando contaba solo con 14 años se casó con Nicéforo Brienio, hijo de un antiguo pretendiente al trono imperial. Todo indicaba que a la muerte de su padre, el esposo de Anna se convertiría en el nuevo emperador, ya que Alexis I no tenía hijos varones, pero entonces nació Juan y este heredó la corona. Anna no dudó en conspirar junto a su esposo para conseguir que su hermano no accediese al trono, pero en el último momento Nicéforo se negó a seguir colaborando con ella. Anna se sintió muy enfadada y decepcionada y dijo: «La Naturaleza se ha equivocado en los sexos, ya que él debería haber sido una mujer». El complot se descubrió y la princesa fue  condenada a renunciar a sus propiedades y retirarse al monasterio de Kecharitomenene (Lleno de Gracia), junto con su madre y su hermana Eudoxia. Curiosamente, su esposo permaneció en palacio y se convirtió en un fiel consejero de Juan II.

En su tiempo de exilio la princesa Anna continuó sus estudios de historia y filosofía. Al parecer, Nicéforo había iniciado un ensayo denominado Material para la historia. A la muerte de este, en 1137, y cuando la escritora contaba con 55 años, decidió acabar el trabajo de su marido, denominándolo La Alexiada, la historia de la vida y reinado de su padre, Alexis I. A lo largo de 15 tomos, Anna describió más de treinta años de la historia de Bizancio y de su relación con Occidente.

El periodo que abarca La Alexiada (1081-1118) engloba el paso de los primeros cruzados por Bizancio hacia Tierra Santa. La princesa Anna era una niña cuando empezaron a llegar los primeros caballeros y peregrinos con la intención de recuperar los Santos Lugares, por ello su versión de la historia es bastante sesgada ya que no podía recordar estos hechos como testigo. Comete, en este sentido incorrecciones, atribuyendo, por ejemplo, el origen de las Cruzadas a Pedro el Ermitaño y quitándole todo protagonismo al papa Urbano II. A pesar de todo esto, su descripción de la Primera Cruzada tiene gran valor para la historia porque es la única que recoge el punto de vista de figuras clave de la nobleza griega lo que nos permite observar este hecho histórico desde una perspectiva bizantina. Por otra parte, su neutralidad como historiadora queda comprometida porque su interés al relatar la historia de su padre es alabar su reinado y denigrar a su sucesor.

Su obra está influenciada por los historiadores griegos Jenofonte, Tucídides y Polibio y, siguiendo a estos autores, su estilo está influido por el aticismo (un modelo retórico basado en la corrección, la sencillez y la elegancia).

Parece ser que Anna murió cinco años después de terminar La Alexiada, dejándonos su visión personal de un momento fascinante de la historia: el comienzo de las Cruzadas. Fue una de las grandes difusoras de la cultura y el saber bizantino y su figura fue recordada entre los sabios de su época como una mujer cultísima, que había sido educada en todos los campos del saber.

UN FRAGMENTO DE LA ALEXIADA

En este fragmento Anna Comnena comenta la increíble paciencia de su padre y su resistencia física y anímica para soportar las exigencias de los cortesanos:

Cuando caía la tarde, después de haber permanecido sin comer durante todo el día, se levantaba del trono para dirigirse a la cámara imperial; pero tampoco en esta ocasión se libraba de la molestia que suponían los celtas. Uno tras otro iban llegando, no sólo aquellos que se habían visto privados de la diaria recepción, sino incluso los que retornaban de nuevo, y mientras exponían tales y cuales peticiones, él permanecía en pie, soportando tan gran charlatanería y rodeado por los celtas. Era digno de verse cómo una y la misma persona expertamente daba réplica a las objeciones de todos. Mas no tenía fin su palabrería impertinente. Cuando alguno de los funcionarios intentaba interrumpirlos, era detenido por el emperador. Pues conociendo el natural irascible de los francos, temía que con un pretexto nimio se encendiera la gran antorcha de una revuelta y se infligiera entonces un grave perjuicio al imperio de los romanos. Realmente, era fenómeno completamente insólito. Como una sólida estatua que estuviera trabajada en bronce o en hierro templado con agua fría, así se mantenía durante toda la noche desde la tarde, frecuentemente hasta la media noche y con frecuencia también hasta el tercer canto del gallo y alguna vez hasta casi el total resplandor de los rayos del sol. Todos, agotados, generalmente se retiraban, descansaban y volvían a presentarse enfadados.  Por ello ninguno de sus asistentes podía soportar tan prolongada situación sin reposo y todos cambiaban de postura alternativamente: el uno se sentaba, el otro doblaba la cabeza para reclinarla en algún lado, otro se apoyaba en la pared, solo el emperador se mantenía firme ante tan grandes fatigas. ¿Qué palabras podrían estar a la altura de aquella resistencia a la fatiga? Las entrevistas eran infinitas, cuando uno cambiaba de lugar era para cederle a otro la oportunidad de parlotear y este mandaba a buscar a otro y, a su vez, este a otro. Y mientras ellos solo debían permanecer en pie durante el momento de la entrevista, el emperador conservaba su postura inmutable hasta el primer o segundo canto del gallo. Y tras descansar un poco, salido de nuevo el sol, se sentaba en el trono y volvía a encajar nuevas fatigas y redobladas contiendas que prolongaban aquellas de la noche.

#4 Bibliomujeres: Wallada bin al-Mustakfi (994-1091)

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La princesa Wallada bint al-Mustakfi nació en Córdoba, hija de Muhammad al-Mustakfi, uno de los efímeros califas de Córdoba y de la esclava cristiana Amin’am.

Su infancia y adolescencia coinciden con la decadencia del califato: la ascensión al poder de Almanzor y las guerras de poder acaecidas tras la muerte de su sucesor, dentro de las cuales su padre obtuvo el poder.

Su posición social le trajo notables beneficios: la costumbre de la época dictaba que las hijas de familias nobles recibieran educación de sus padres o tutores, y se apreciaba su dedicación a la caligrafía y a la poesía. Así, la princesa recibió una notable educación. Por otra parte, su condición de princesa Omeya en un momento de luchas entre su dinastía y los Banu Yahwar, no debió de ser fácil.

Al carecer de hermanos varones, los derechos reales de su padre recayeron sobre ella, pero ella prefirió venderlos y ser independiente prescindiendo de la tutela masculina. No se casó ni negoció matrimonio alguno.

Tras la muerte de su padre, con apenas diecisiete años, Wallada abrió palacio en Córdoba y allí ofrecía instrucción a hijas de familias y probablemente también a jóvenes esclavas. Al cabo ella era hija de Amin’an, una esclava cristiana enviada a cultivarse a Medina, y su nodriza y maestra fue la esclava negra Safia.

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Su salón literario le atrajo numerosas críticas, ya que Wallada intervenía libremente en las tertulias que allí celebraba, discutiendo por igual con hombres y con mujeres. En una sociedad donde a la mujer solo le estaba permitido relacionarse con los hombres de la familia y las llamadas «sabias» solían adquirir conocimiento a través de sus padres y/o parientes, incluso impartir sus enseñanzas veladas tras una cortina, la actitud de Wallada, indigna, según unos, de su estirpe y condición social, la hizo ser criticada muy duramente, aunque también tuvo numerosos defensores de su honestidad —Ibn Hazn, entre otros poetas— como el visir Ibn Abdus, su eterno enamorado que, al parecer, permaneció a su lado, protegiéndola en los momentos difíciles, hasta el final de sus días.

Wallada se convirtió de esta forma en la mujer más culta, famosa y escandalosa de Córdoba. Se paseaba sin velo por la calle y, a la moda de los harenes de Bagdad, lleva versos suyos bordados en la orla de su vestido o en túnicas transparentes. Los de lado izquierdo decían:

Por Alá, que merezco cualquier grandeza y sigo con orgullo mi camino.

En el lado derecho lleva bordado:

Doy gustosa a mi amante mi mejilla y doy mis besos a quien los quiera.

Wallada era, además, de una belleza apabullante: hermosa figura, tez blanca, ojos azules, rubia pelirroja… el ideal de la época.

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Cuando tenía 20 años, conoció al hombre que marcó para siempre su vida: Ibn Zaydum, un noble de excelente posición, con gran influencia política y el intelectual más elegante y atractivo del momento. Se conocieron en una fiesta poética, jugando a completarse poemas según la costumbre poética de entonces, e iniciaron una historia amorosa llena de pasión, celos, encuentros y desencuentros. La relación se rompió por una infidelidad de Ben Zaydun que Wallada nunca perdonó. Se hizo amante del hombre más poderoso de Córdoba, el visir Ben Abdús, rival político y enemigo personal de Ben Zaydun, al que privó de sus bienes y acabó metiendo en la cárcel.

La leyenda dice que Ibn Zaydum nunca olvidó a su amada y que recorría Córdoba, errante y ojeroso, enfermo de amor, implorando un perdón que nunca le fue concedido. Entretanto, Wallada recorrió toda la España de los reinos de taifa exhibiendo su talento, pero mantuvo su relación con Ben Abdús, aunque sin casarse con él.

En torno a esta relación giran ocho de los nueve poemas que de ella se conservan, como una cronología exacta de aquella historia de amor fracasada. De sus poemas, que fueron misivas entre los dos amantes, se conservan dos de celos, añoranza y deseos de reencuentro; un tercero, de decepción, dolor y reproche; cinco sátiras —género que dominaba a la perfección— escritas en términos durísimos y uno más, alusivo a su libertad e independencia, que era el que llevaba bordado sobre su ropa.

Wallada murió el 26 de marzo de 1091, el mismo día que los almorávides entraron en Córdoba.

LOS POEMAS DE WALLADA

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¿Acaso hay para nosotros,
después de esta separación, una salida;
puede quejarse cada uno de nosotros
de lo que ha sufrido?
Pernoctaba yo en los tiempos
de nuestras visitas mutuas durante el invierno
sobre las brasas crepitantes por la pasión.
¿Cómo, pues, estando en la situación de este abandono,
ha apresurado el destino lo que yo temía?
Giran las noches y no veo el fin.
De nuestro distanciamiento,
ni la paciencia me libra
de la esclavitud de mi anhelo.
Riegue Dios la tierra donde estés
con toda clase de lluvias copiosas

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Cuando caiga la tarde, espera mi visita,
pues veo que la noche es quien mejor encubre los secretos;
siento un amor por ti que si los astros lo sintiesen
no brillaría el sol,
ni la luna saldría, y las estrellas
no emprenderían su viaje nocturno.

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Cuando te enteraste de lo mucho que te quiero
y supiste el lugar que ocupas en mi corazón,
y cómo me dejaba arrastrar por el amor, sumisa,
yo, que a nadie más que a ti consentí que me arrastrara,
te alegraste de que el sufrimiento cubriera mi cuerpo
y de que el insomnio pintara de negro mis párpados.
Pasa tus miradas por las líneas de mis cartas
y verás mis lágrimas mezcladas con la tinta.
Cariño mío: mi corazón se deshace
de quejarse tanto a un corazón de pura piedra.

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Si fueras justo con el amor que existe entre nosotros,
no habrías escogido ni amarías a mi esclava;
has dejado una rama donde florece la hermosura
y te has vuelto a la rama sin frutos.
Sabes que soy la luna llena,
pero, por mi desdicha,
de Júpiter estás enamorado.

#3 Bibliomujeres: Sei Shonagon (siglo XI)

En la tradición japonesa, un libro de almohada  (枕草子 Makura no Sōshi) era una colección de reflexiones personales, supuestamente escritas en el dormitorio.  El ejemplo más conocido es el de Sei Shonagon, dama de compañía de la corte de la emperatriz Sanako durante la era Heian.

Posiblemente sea el nikki o diario íntimo más famoso de la literatura japonesa. También ha sido calificado como «tratado» porque, a lo largo de sus trescientos breves capítulos, además de descripciones de la vida de la corte, incluye partes enteras de aforismos y reflexiones muy cercanas al ensayo en las que la agudeza de la observación y el refinamiento estilístico se conjugan con la ironía y la libertad de juzgar.

Las entradas, que los escribas organizaron en orden temático, no cronológico, para su circulación entre la corte japonesa, incluyen también observaciones sobre la gente y la naturaleza, y van desde el juicio cáustico a la apreciación de los placeres de la vida. Leer esta obra supone atisbar las pequeñeces de la vida cortesana desde un observatorio privado y privilegiado.

Anochece

Anochece y apenas puedo seguir escribiendo. Sin embargo, me gustaría dejar terminadas mis notas por completo, haciendo un último esfuerzo.

Escribí estos apuntes sobre todo lo que vi y sentí, en mi habitación, pensando que no iban a ser conocidas por nadie. Aunque mis anotaciones son triviales y sin importancia, podían parecer malintencionadas e incluso peligrosas a otros; por eso he tenido cuidado en no divulgarlas. Pero ahora me doy cuenta de que, así como inevitablemente brotan las lágrimas, según dice el poema, del mismo modo estas notas dejarán de pertenecerme.

Un día, el ministro del Centro entregó a la Emperatriz una pila de cuadernos. La Emperatriz me preguntó:"¿Qué se podría escribir en ellos? El Emperador ya está redactando los Anales de Historia". Entonces yo le contesté: "Si fueran míos, los usaría como almohada". La Emperatriz me dijo: "Entonces, quédatelos", y me los dio.

Comencé a llenarlos con el relato de rarezas sobre hechos del pasado y toda clase de asuntos. Llené una enorme cantidad de hojas. En mis notas hay muchas cosas incomprensibles. Si hubiera elegido temas que las demás personas consideran interesantes o espléndidos, o si hubiera escrito poemas sobre árboles, plantas, pájaros o insectos, los otros podrían juzgar mis escritos, tendrían derecho a afirmar "conocemos sus sentimientos". En otras palabras, la crítica sería admisible.

Pero mis notas no son de esta clase. Escribí para mi propio entretenimiento, y apunté únicamente lo que sentía. Nunca esperé recibir, sobre estos escritos casuales, comentarios tan importantes como los que se dedican a notables libros de nuestro tiempo. Me sorprendo cuando escucho cómo los lectores aseguran que se sienten apabullados ante mi trabajo. Pero es natural que actúen así: conozco la mentalidad de aquéllos que hablan bien de lo que detestan, y critican lo que les gusta. Por eso todavía lamento que hayan leído mi libro.

Por otro lado, hay secciones que son verdaderos catálogos de nombres de plantas, de pájaros, de flores, que dan lugar también a listas de cosas que dan pena, cosas que dan vergüenza, cosas tranquilizadoras...

Cosas que emocionan

Pichones de gorrión. Pasar por un lugar donde juegan niños de pecho. Ver un espejo extranjero con su luna manchada. Una persona de alta condición detiene su carroza frente a mi casa, y ordena a su sirviente que solicite una cita. Encender un incienso muy bueno, y acostarme sola. Lavarme el cabello, maquillarme y vestir un kimono perfumado. En este caso me siento feliz y noble, aun cuando nadie me observe. Una noche que espero a mi amante, al escuchar el ruido de la lluvia en mi puerta y el golpeteo del viento, sin motivo y de repente me sobresalto.

Podéis escuchar este kamishibai de  El libro de la almohada. El texto es  de Liliana Lukin (versión libre sobre la obra de Sei Shonagon en traducción de Amalia Sato). Imágenes y banda Gustavo Schwartz.

el libro de la almohada 1 from gustavo schwartz on Vimeo.