Nada de Carmen Laforet

Nuestra última propuesta lectora es una sugerencia que viene dada por la celebración del centenario del nacimiento de la escritora Carmen Laforet (1921-2004), autora de Nada, una novela con la que la autora ganó el Premio Nadal en 1944, cuando tenía 23 años.

Proponemos en esta sesión una lectura —o en muchos casos, una relectura— de una novela que, como señala Sobejano, se situó en la línea de la novela moderna y anticipó en cierto modo al neorrealismo europeo de posguerra.

A sus veintitrés años, Carmen Laforet no representaba a los escritores combatientes, como Cela o Torrente Ballester sino a los jóvenes que vieron saboteada su adolescencia y menguadas sus opciones de futuro. Además se trataba de una voz femenina muy distinta a la de Carmen de Icaza, Concha Espina o, ya entonces, Corín Tellado, y desde luego opuesta al arquetipo femenino diseñado por Pilar Primo de Rivera y difundido desde la Sección Femenina, que divulgaba la minoría intelectual de la mujer frente al varón, al que Dios había reservado «el talento creador».

Las novelas para el consumo femenino de la época, herederas de la literatura blanca de la anteguerra presentaban un patrón argumental muy simple: una muchacha inocente, cándida, temerosa de Dios y romántica, conocía a un caballero enigmático con el que, una vez despejado el misterio que lo envolvía, contraía matrimonio. Nuestra autora, con su juventud y con el desmantelamiento que ejecutaba de los tópicos del folletín femenino, revolvió las aguas mansas de la literatura de los primeros años cuarenta.

Nada cuenta la historia de las personas que rodean a Andrea, la protagonista, entre octubre de 1939 y septiembre de 1940, durante su único año académico en Barcelona. La narradora, con los ojos muy abiertos ante lo que la rodea, transmite una rara autenticidad, una fuerza de verdad, capaz de hacer olvidar las deficiencias, por inmadurez, de construcción y estilo de la novela.

Un grupo de barcelonesas desfila con soldados del cuerpo marroquí por el paseo de Gràcia, el 27 de enero de 1939. /Kautela (Archivo familiar Martínez Gascón)

Andrea se adentra en una ciudad «liberada» pocos meses antes con el afán de un nuevo renacer, con el deseo de que el amanecer le traiga una vida nueva. Lo que le aguarda es una pesadilla en el piso familiar de la calle Aribau, que es imagen a escala de la España degradada y rota por la guerra. Sus tíos, Juan y Román, corrompidos y enfrentados por su odio cainita, están rodeados de varias «mujeres fantasmales» que forman una especie de aquelarre tenebroso. Del escenario gótico que Andrea se encuentra —y que describe Carmen Laforet con ecos del Goya de los Caprichos, los cuentos de Poe y la mansión de Cumbres borrascosas en la película de William Wyler, estrenada en 1942— solo podrá escapar a través del grupo de los amigos de la universidad. La Universidad y, en concreto, su amiga Ena representan el futuro, la posibilidad de un renacimiento, de un cambio de vida. El universo de la novela exhibe así una articulación binaria, simple pero eficacísima, como en los relatos folclóricos: un mundo coactivo y pernicioso frente al mundo vivificante en el que apremia la libertad.

El título de la novela procedía de un poema de Juan Ramón Jiménez que, según indican Jordi Gracia y Domingo Cárdenas, se citó mal en casi todas las ediciones. Bajo la contundente negación del título quedaba aplastado el triunfalismo totalitario de la posguerra, aunque en la trama solo aludiera a la frustración de todas las ilusiones de Andrea: «De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada.», dirá al final de la novela.

Desde el mismo momento de su aparición, en Nada se elogió el estilo sobrio y sencillo de su prosa, asociándolo a la juventud de su autora. Esta sencillez estilística, en su expresiva adjetivación, parecía una réplica al encrespamiento barroco y la brocha gorda de los narradores del Régimen.

Su pintura de ambientes con pinceladas expresionistas lograba crear el clima preciso para sugerir la percepción emotiva de Andrea. Por otra parte, el relato de episodios sueltos hilvanados solo por la voz de la narradora conferían al texto una plasticidad y una ligereza refrescantes.

En toda la novela prevalece un tono intimista que permite, no obstante, testimoniar las profundas heridas que la guerra había producido en la sociedad (el episodio del descenso a los infiernos del Barrio Chino funciona como metonimia de la degradación general), en las familias (la de Andrea, podrida de rencores) y en los individuos (el fracasado y brutal Juan o el hiperestésico Román). Sin ser consciente de ello, guiada por su aguda perceptividad, Laforet reflejó el pesimismo existencial al que la posguerra empujó a muchos escritores.

Nada desató una catarata de alabanzas, algunas procedentes de maestros de la preguerra como Juan Ramón Jiménez, Azorín o Ramón J. Sender —este en carta de 1947 que no obtuvo respuesta hasta veinte años después— pero no faltaron comentarios adversos como el de Jorge Semprún que en la revista del Partido Comunista publicó un artículo con el expresivo título: «Nada, la literatura nihilista del capitalismo decadente» o la de Carmen Conde.

Tras la espectacular irrupción de este título sobrevino un insospechado silencio de seis años, del que saldría en 1951, primero en las páginas de Destino, y en 1952 con la novela La isla y los demonios, que, con un prosa menos titubeante y una técnica compositiva más firme, parecía querer volver a contar la historia de Andres, trasplantándola al paisaje idílico de Canarias y modificando los rencores en que se cuece la familia de la protagonista.

No acompañó la suerte a esta novela y la autora inició una etapa de fervor religioso —favorecido por la amistad de la famosa tenista e ideóloga feminista desde el catolicismo, Lilí Álvarez—; de esta etapa saldría la novela La mujer nueva (1955), galardonada con el premio Menorca y el Nacional de Literatura al año siguiente.

Tras otro largo paréntesis comienza un proyecto novelístico de más envergadura: la trilogía Tres pasos fuera del tiempo, de la que solo publicó La insolación en 1963. El segundo volumen, Al volver la esquina, reescrito en 1973, no vio la luz hasta 2004, poco después de su fallecimiento. Del cierre del ciclo, Jaque mate, solo dejó el título y algunas notas.

Nada (Edgar Neville, 1947)

De la novela se realizó en 1947 una excelente adaptación cinematográfica llevada a cabo por el siempre brillante Edgar Neville y protagonizada por Conchita Montes en el papel de Andrea:

En el programa Historia del cine español podéis ver la presentación de la película de Neville, donde analizan la imagen de las mujeres en el cine español:

El programa de RTVE Página 2 dedicó uno de sus programas a hacer el recorrido literario de Nada:

SABER MÁS

Si os apetece saber más sobre la vida y la obra de esta autora, podéis acceder a la página web https://carmenlaforet.com/ donde podréis encontrar información sobre su vida, su obra, así como referencias a artículos, estudios, etc.

Se han publicado muchísimos estudios y artículos sobre la autora aprovechando el centenario de su nacimiento. Esta es una selección realizada por nuestra compañera María José Lamesa:

«Un misterio llamado Carmen Laforet» de Anna Caballé (El País, 03/04/2021)

«Al rescate de las pioneras olvidadas» de Tommaso Koch (El País, 9/12/2019)

«Laforet» de Ángel S. Harguindey (El País, 1/05/2016)

«Una autora enigmática» de Inmaculada de la Fuente (El País, Babelia, 31/07/2004)

«Dos muchachas» de Mario Vargas Llosa (El País, 28/11/2004)

«Carmen Laforet, Nada es demasiado» de Teresa Amiguet (La Vanguardia, 6/01/2020«