Soneto de Minotauro de Beatriz Giménez de Ory

El Minotauro, George F. Watts (1885)

El poema que hemos elegido este año para participar en Poesía para llevar es el Soneto de Minotauro de Beatriz Giménez de Ory.

Beatriz Giménez de Ory (Madrid, 1972) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 1998 ejerce como profesora de Lengua y Literatura de Enseñanza Secundaria en institutos públicos de Castilla La Mancha y Madrid.

Aparte de algún trabajo como traductora, Giménez de Ory se inició en la escritura con relatos para adultos (obtuvo el XI Premio Internacional «Círculo Cultural Faroni» de Relato Hiperbreve en 2003), aunque pronto cambió por la literatura infantil. Sus obras infantiles se caracterizan por estar escritas en verso.

Ha logrado el III Premio Internacional Ciudad de Orihuela de Poesía para Niños (2011) por Los versos del libro tonto y el IX Premio Luna de Aire que concede el CEPLI (Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y Literatura Infantil) en 2012 por Canciones de Garciniño. En 2014 logró el Premio Fundación Cuatrogatos, por Bululú, un galardón que volvió a conseguir en 2017 por su obra infantil Para ser Pirata (SM). Es coautora del proyecto educativo «Un día en la ópera«, ganador del Premio de Innovación Pedagógica de la Comunidad Autónoma de Madrid en 2006.

En 2021 ha ganado el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Un hilo me liga a vos. Mitos y poemas en el que la autora recrea numerosos mitos griegos en forma de poema.

Si hacéis clic en la imagen, podéis ver las primera páginas del libro.

Precisamente de este libro hemos escogido esta fantástica recreación del mito de Minotauro en forma de soneto:

Soneto de Minotauro

                                   “¿Cómo será mi redentor?, me pregunto”.

                                                                                     Jorge Luis Borges, La casa de Asterión

                                                                             

No hay ventanas ni puertas donde habito,

la luz llega del cielo inalcanzable.

No encuentro entre las sombras quien me hable,

solo un monstruo que muge cuando grito.

Recorro los pasillos infinitos

largos como una pena insoportable

buscando en las esquinas al amable

compañero que tanto necesito.

Una noche lo vi: pequeño, lejos.

Llamaba al toro para darle muerte

(en las manos, un hilo y un puñal).

-La bestia –dije- vive en los espejos.

Corriendo lo alcancé, lo abracé fuerte:

¡venía a liberarme de mi mal!

                            

La historia del Minotauro

Para preparar la lectura, hemos recordado a nuestros alumnos y alumnas la historia de Minotauro a través de la versión que hizo Edith Hamilton en su libro Mitología (Madrid, Taurus, 2008)

Minos, el poderoso gobernante de Creta, había perdido a su único hijo, Androgeo, mientras este visitaba al rey ateniense Egeo. Este había hecho lo que ningún anfitrión debe hacer: enviar a su invitado a una expedición repleta de peligros. Se trataba de matar a un peligroso toro, pero en este caso fue el toro quien mató al joven Androgeo. Minos, enfurecido, invadió el país, tomó Atenas y declaró que arrasaría el lugar a menos que cada nueve años el pueblo le enviara un tributo de siete doncellas y siete muchachos, a quienes aguardaba un terrible destino: ser entregados al Minotauro para que los devorara.

La reina Pasífae con el niño Minotauro. Copa ática de figura roja (340-320 a.C.)

El Minotauro era un monstruo, mitad toro, mitad humano, descendiente de la esposa de Minos, Pasífae, y de un toro gloriosamente bello. Poseidón se lo había entregado a Minos para que lo sacrificara en su honor, pero Minos no pudo soportar la idea de matarlo y se lo quedó. Como castigo, Poseidón hizo que Pasífae, la esposa de Minos, sintiera una pasión arrebatadora por el toro. Cuando de esta pasión nació Minotauro, Minos no lo mató; hizo que Dédalo construyera un lugar en donde confinarlo, un lugar del que no hubiera forma de salir. Dédalo construyó el famoso laberinto, cuya salida era imposible de encontrar, por mucho que se recorrieran sus caminos.

Minotauro en el laberinto. Mosaico en una villa romana en Portugal

Unos días antes de la entrega de los jóvenes a Creta como tributo llegó a Atenas el joven príncipe Teseo quien, sin dudarlo, se ofreció a ser una de las víctimas. Todos admiraron su bondad y su nobleza, pero no podían ni imagina que tenía el plan de matar al Minotauro. Teseo solo se lo dijo a su padre, prometiéndole que, si tenía éxito, cambiaría la vela negra de su barco por una vela blanca, de manera que Egeo sabría que su hijo estaba a salvo mucho antes de que llegara a tierra.

Cuando las jóvenes víctimas atenienses llegaron a Creta, tuvieron que desfilar ante los habitantes, de camino hasta el laberinto. La hija de Minos, Ariadna, se encontraba entre los espectadores y se enamoró de Teseo a primera vista. Mandó a buscar a Dédalo y le dijo que le mostrara una forma de salir del laberinto; luego hizo llamar a Teseo y le dijo que lo ayudaría a cambio de que él le prometiera llevarla consigo a Atenas y casarse con ella. Como es de imaginar, Teseo no opuso ninguna resistencia, así que ella le entregó un ovillo de lana que debía atar por un extremo a la parte interior de la puerta y desovillar mientras caminaba.

Ariadna y Teseo en la entrada del laberinto, Richard Westall (1765-1836)

Así lo hizo y, seguro de poder desandar sus pasos cuando quisiera, caminó con valentía por el laberinto, buscando al Minotauro. Lo encontró dormido y se abalanzó sobre él, sujetándolo contra el suelo; con sus puños (o una espada que le había entregado Ariadna, según otras versiones) acabó con el monstruo.

Cuando Teseo se incorporó tras la terrible lucha, el ovillo estaba donde él lo había dejado. Con él en sus manos, encontrar la salida era tan fácil como dar un paseo. Los otros lo siguieron y, tomando a Ariadna, corrieron hacia el barco y cruzaron el mar hacia Atenas. De camino, hicieron escala en la isla de Naxos y lo que ocurrió después ha sido narrado de diversas formas.

Ariadna abandonada por Teseo, Angelica Kauffman (1774)

Una historia dice que Teseo abandonó a Ariadna y zarpó con su barco mientras la princesa dormía, pero que Dioniso la encontró y la consoló. El otro relato, mucho más favorable a Teseo, cuenta que ella se encontraba muy mareada y él la dejó en la orilla para que se recuperara mientras él regresaba al barco para cumplir con ciertos deberes. Luego, un viento fortísimo lo arrojó de nuevo a la mar y lo mantuvo allí durante largo tiempo. La suerte de Ariadna a partir del abandono de Teseo es muy variada según las versiones: unas fuentes dicen que murió de pena, otros dicen que la encontró el dios Dioniso, quien se enamoró de ella y la llevó consigo a la isla de Lemnos…

En lo que sí coinciden todas las fuentes es que Teseo olvidó izar la vela blanca al llegar a Atenas. Desde la Acrópolis, donde había estado oteando el mar durante días, el rey Egeo avistó la vela negra y creyó que su hijo había muerto. Desesperado se arrojó al mar desde una roca y se ahogó. Desde entonces este mar se llama el mar Egeo.

La casa de Asterión de Jorge Luis Borges

El soneto de Beatriz Giménez de Ory está precedido por una cita de un cuento de Jorge Luis Borges, La casa de Asterión, perteneciente a su colección de cuentos El Aleph. La versión del mito que ha empleado la autora está directamente extraída de este cuento, así que también lo leímos:

La casa de Asterión de Jorge Luis Borges

Y la reina dio a luz un hijo
que se llamó Asterión
Apolodoro: Biblioteca, III, I.

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía[1], y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias[2]. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito)[3] están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro[4] aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie[5] ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe[6], caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey[7] dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba[8]; unos se encaramaban[9] al estilóbato[10] del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo[11]; aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias [12]no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe[13] o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio[14] de sangre.

—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió.

A María Mosquera Eastman


[1] misantropía: aversión al trato con otras personas.

[2] irrisorias: que mueve a risa y burla. Insignificante por pequeño

[3] El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que, en boca de Asterión, este adjetivo numeral vale por infinitos. [Nota del autor]

[4] bizarro: generoso, lucido, espléndido.

[5] especie: caso, suceso, asunto, negocio.

[6] plebe: clase social más baja.

[7] grey: conjunto de individuos que tienen algún carácter común, como los de una misma raza, región o nación.

[8] prosternaba: se arrodillaba o inclinaba por respeto.

[9] encaramarse: levantar o subir a alguien o algo a un lugar dificultoso de alcanzar.

[10] estilóbato: macizo corrido sobre el cual se apoya una columnata.

[11] vulgo: común o conjunto de la gente popular.

[12] minucias: menudencia, cortedad, cosa de poco valor y entidad.

[13] aljibe: depósito subterráneo donde se recoge y conserva el agua de la lluvia o la que se lleva de algún río o manantial.

[14] vestigio: huella. Ruina, señal o resto que queda de algo material o inmaterial.

El tema del Minotauro en el arte

Finalmente, nuestros alumnos y alumnas han comprobado que el tema del Minotauro ha inspirado a numerosos artistas. Aquí podéis ver una presentación y elegir vuestra representación favorita del mito:

Videopoemas

Aparte de los habituales comentarios, que se incorporarán al documento que compartimos, hemos trabajado desde distintas áreas. Aquí podéis ver los videopoemas que han creado los alumnos y alumnas de Oratoria, apoyándose en sus representaciones artísticas del mito favoritas:

Soneto leído por Alba:

Soneto leído por Nicolás:

Soneto leído por María:

Soneto leído por Carlota:

Soneto leído por Marcos

Soneto leído por Pablo:

Soneto leído por Paula:

Soneto leído por Iván:

Soneto leído por Virginia:

Soneto leído por Ixeya:

Soneto leído por Raúl:

Soneto leído por Laura:

Soneto leído por Mónica:

Soneto leído por Valeria:

Soneto leído por María:

Soneto leído por Andra:

Versiones «monstruosas»

Nuestro expositor del poema con las versiones»monstruosas» creadas por los alumnos y alumnas de 1ESO, junto a las representaciones artísticas del mito que más nos han gustado.

Los alumnos y alumnas de 1º ESO han realizado su propia versión del mito :

TESEO Y EL MINOTAURO

Soy el hijo de Egeo, Teseo
y fuí a cumplir mi mayor deseo
para ello me presté voluntario
ante el sacrificio necesario.

Entré donde la bestia habitaba 
sin saber lo que allí me esperaba
para darle muerte con mi espada 
y poder regresar con mi amada.

Salí gracias al hilo que me dió
pero así mi infortunio no acabó
pues Ariadna desapareció 
y mi padre por mi culpa murió.
             
                         Verónica Serena Marco (1º ESO C)

Con mi valentía me dirigí a Creta
para salvar a mi gente de esta condena

Llegue y una doncella me ofreció
una espada e hilo para acabar con el monstruo de este sitio

Até el hilo en el principio
y fui a acabar con el monstruo del laberinto

Termine matándolo con mi espada
y volví a casa con la batalla ganada

                     Aitana Arteche Arauzo (1º ESO C)

O han reinterpretado otros monstruos, siguiendo el modelo del poema:

                                                  
                                                FRANKENSTEIN

Me acabo de despertar y me siento raro, veo a un monstruo con una bata y con gafas, mis manos son verdes y me duele la cabeza.
Me levanto y veo que estoy en un castillo muy alto, inspecciono las habitaciones, miro por la ventana y se ve oscuro.
Después salgo del castillo y exploro, solo veo árboles.
Veo a otro monstruo que se parecía al del castillo, me vio, grito y se fue corriendo.
Me volví al castillo y descansé sobre el suelo.

                          (Rubén Fanlo Burillo, 1º ESO C)

                                                     
                                             FRANKENSTEIN

Frankenstein es un monstruo creado por un científico loco. Sus partes del cuerpo estaban cosidas y por donde pasaba a la gente aterraba ¿acaso alguien le preguntó a Frankenstein lo que quería o como se sentía? nadie. Todos corrían o se reían de él.
Nadie le dió por ser su amigo. A nadie le gusta estar solo igual sí pero él no¿ quien tenía miedo?¿ ellos o Frankenstein de ellos?. Él sabía que los humanos eran crueles y que le podían hacer algo. Él no era malo. Él tenía miedo de su propia imagen así que como nadie le hizo caso prefirió quedarse solo.
 
                            (Valeria Castañer Royo, 1º ESO D)

                                                   
                                                  EL LOBO FEROZ

Hace un tiempo, iba paseando por el bosque, muerto de hambre, pues llevaba días sin comer. De repente vi a una niña vestida de rojo, con una apetitosa cesta con comida . Me acerqué a ella con la intención de, aparte de hacerme compañía ,que me diera un poco de comida .Le pregunté para quién era la comida y me dijo que era para su abuela. La acompañé hasta su casa, pero la abuela no me dejó entrar.
Al día siguiente el hambre pudo conmigo y fui a casa de su abuela. Me puse la ropa de su abuela y encerré a su abuela en un armario. Cuando la niña llegó, se acercó a mí y me empezó a preguntar cosas, pero yo no la escuchaba. Tenía la mirada puesta en la comida.
Sin poder aguantar más me abalancé sobre la cesta, al no alcanzarla, perseguí a Caperucita por toda la casa.
De repente escuché el sonido de un disparo. Inmediatamente me fui de allí y gracias a eso aprendí que por muy majos que parezcan los humanos, en realidad no lo son.

                              (Pilar Navarro Felipe, 1º ESO C)

                                                       
                                                           AGVI

Me llamo Agvi aunque me llaman el monstruo del bosque. Vivo solo en una casa en un bosque del Moncayo desde hace unos años. Me gusta mucho vivir aquí, pero todavía no he hecho muchos amigos. Los domingos suelo salir a coger leña para toda la semana y en muchas ocasiones me encuentro con excursionistas y familias que van dando un paseo. Me gustaría mucho saludarlos, charlar un rato con ellos y enseñarles los rincones más bonitos del bosque. Pero en cuanto ellos me ven se asustan y salen corriendo. Una vez me encontré con una niña perdida llamada Lola; le di comida, la abracé para darle calor y la acompañé donde estaban sus padres. Ella me dio las gracias muy contenta pero sus padres no la creyeron cuando contó todo lo que le había ocurrido. ¡No entiendo por qué la gente me ignora y me evita!
 
                             (Blanca Rodríguez Cebrián, 1º ESO C)

                                      
                                      EL MONSTRUO DEL ARMARIO

Por fin después de tanto tiempo me tocaba una guardia en el cuarto de una niña de catorce años. Su historial era el más limpio de todos ya que no les hacía mucho caso a sus padres. Estaba muy emocionado porque por fin podría demostrar a todos mis compañeros que era mejor de lo que pensaban. Digamos que por aquel entonces no era el más popular en mi sector al contrario que  mi padre. Mi padre ganó el premio de Mejor Monstruo de Armario diez años consecutivos. Os estaréis preguntando qué es un Monstruo de Armario. Pues bien un Monstruo de Armario es aquel que se esconde en el armario de un niño durante toda la noche para que no se escapé de casa. Puede que así contado no parezca muy emocionante, pero de verdad que lo es. 
Salí por la noche y por fin llegó mi hora. Estaba muy emocionado. Cuando dieron las diez, justo antes de que ella subiera a su cuarto después de cenar, me escondí en el armario, entre sus sudaderas.
Después de una hora de larga espera, a las once, por fin llegó mi turno. Sus padres estaban durmiendo así que ella se levantó sigilosamente de la cama y cogió la ropa que se había preparado en la silla del escritorio. La verdad es que esto de escaparse no se le daba nada mal, no hacía nada de ruido, se notaba que tenía experiencia. Cuando escuché que la ventana se empezaba a abrir avisé por nuestro pequeño teléfono a mis compañeros expertos en el disfraz. Se les llama Los Monstruos del Disfraz. Estos se disfrazan de cualquier cosa y se transforman en ello. Esta vez les tocaba disfrazarse de policías. El plan era que ella saliese de casa, entonces los “policías” le dijesen que estaba bajo arresto domiciliario y que no podía salir de su casa, Ella regresaría a su casa y  mi trabajo había acabado. 
Fue tal y como lo planeamos, como viento en popa. No había puestas muchas esperanzas en mí, así que me sentí muy halagado cuando al día siguiente volví al trabajo y todos me aplaudieron. 
Ese año gané el premio a mejor Monstruo de Armario del Año. Espero haberos dejado claro que la leyenda del monstruo del armario es cierta.
             
                              (Martina Ruiz Bernardos, 1º ESO C)
                   
                                                  MALÉFICA

Hace mucho tiempo fui a la fiesta del rey y la reina, ya que tenía una hija y como me  hicieron daño hice una maldición a la hija. Se llevaron a Aurora (la hija del rey y la reina) lejos del palacio y la cuidaron las hadas. Mi cuervo me dijo dónde estaba Aurora y desde  siempre voy a ver como esta. Un día me conoció en persona. Ella creía que era su madre, pero aun así yo la cuide como mi propia hija. Yo lo único que quiero es cuidar y proteger a  Aurora, aunque muchos me vean como la mala. Maléfica 

                                 (Sara Esteban Vitores, 1º ESO D )
                                                             CARRY

Hola. Me llamo Carry, soy de los Estados Unidos. Soy una persona alta, morena, y cuando era más pequeña tuve un accidente y ahora tengo la cara deformada. Siempre me ha dado miedo salir a la calle, porque la gente me gritaba; “YA VIENE EL MONSTRUO”. Hasta que no crecí no me di cuenta de lo que la gente pensaba de mi. Estudiaba  en casa por lo tanto no tenía amigos, Únicamente a mi hermana.
Cuando cumplí los 10 años decidí ir al colegio. Siempre iba con capucha y sin levantar la cabeza, conocí a una chica, que se llamaba Carol, nos hicimos muy buenos amigos, hasta que descubrí que solo me utilizaba. Por lo tanto, estaba solo en el colegio. Pasaron los años y empecé secundaria, solo. Decidí levantar la cabeza y pasara lo que pasara pasara, yo le decía a mi madre que me llamaban monstruo, y mi madre siempre me contestaba; “desde cuando a ti te han dicho que los monstruos son malos, feos, horribles...”. Y es verdad porque me empeñaba en que la palabra monstruo era mala. Pero, ¿y si era buena?...

                               (Carmen Serrano Calvo, 1.º ESO D)

Para saber más…

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