Austerlitz de W. G. Sebald: nuestra próxima lectura de Leer juntas/os

El pasado lunes nos reunimos de nuevo en la Biblioteca para comentar el libro La última mano que sostuvo la mía de Maggie O’Farrell. Fue, como siempre, una sesión muy interesante.

Presentamos allí nuestra siguiente propuesta de lectura; se trata de Austerlitz de W. G. Sebald. Como comenté en la sesión la idea de leer el libro vino de un artículo de Babelia, el suplemento cultural de El País, en el que los críticos y críticas de ese suplemento elegían los 21 mejores libros del siglo XXI. Si le echáis un vistazo a la lista comprobaréis que a lo largo de estos años hemos leído muchos de estos libros en el club de lectura.

Por esa razón, y saltándome con dolor el magnífico 2666 de Roberto Bolaño, que ya leí con el grupo de lectura Leer juntos que fundé en el IES Miguel Servet, me decidí por proponer la lectura del libro que ocupa el segundo lugar entre los libros más valorados por los críticos y críticas de El País.

AUSTERLITZ de W. G. SEBALD

W. G. SEBALD

Nació en Wertach (Alemania) en 1944 y murió en el cenit de su carrera literaria en un accidente de coche a la edad de 57 años, tras sufrir un infarto. Vivió más de treinta años en Inglaterra, fue catedrático de literatura europea en la Universidad de East Anglia; también fue fundador del Centro Británico para la traducción literaria.

Pese a no poseer una obra muy extensa, pocos  autores han tenido tanto impacto en tan poco tiempo. Sus libros ya disfrutan del reconocimiento reservado a los clásicos. No hay textos menores en su producción. Todos son necesarios y perdurables. Sebald fue un escritor tardío y de obra breve que asimiló las transformaciones introducidas en la novela por los grandes reformadores del género, alumbrando una escritura refractaria a límites y clasificaciones.

La obra de Sebald transita del ensayo al relato y de la palabra a la imagen; sus planteamientos renovadores actúan como bisagra entre dos siglos, generando un nuevo espacio donde la ficción se mezcla con el testimonio y la creación se confunde con el rigor documental.

Desde su primera obra, Vértigo (1990), se planteó reinventar la expresión literaria, incorporando al texto fotografías, dibujos, libretos de ópera o documentos oficiales. Este recurso, que ya no desaparecería, se completó con una prosa introspectiva, donde la exploración del yo no excluía el aliento poético o la reconstrucción histórica. Al igual que Robert Walser, Sebald adopta la mirada del paseante, recreando viajes reales o imaginarios, donde comparecen con la misma fuerza el dato biográfico y sus recuerdos como lector, mostrando la promiscuidad entre lo vivido y lo leído.

 

 

 

 

 

 

 

Los cuatro relatos de Los emigrados (1993) concitaron el entusiasmo de la crítica y con Los anillos de Saturno (1995), un libro de viajes que refería su peregrinación por el condado de Suffolk, llegó ese reconocimiento unánime que se manifestó con especial agudeza en las palabras de Susan Sontag, según la cual ningún otro autor había conseguido evidenciar hasta qué punto “la literatura puede ser, literalmente, indispensable”.

Sobre la historia natural de la destrucción (1999) explora un aspecto ignorado y menospreciado de la II Guerra Mundial: la destrucción de las ciudades alemanas. Sebald afirma que Alemania ha cerrado los ojos, negándose a comprender las causas que desencadenaron doce años de horror y envilecimiento.

En 2001 publicó Austerlitz, de la que nos ocuparemos más adelante. Póstumamente aparecieron Campo Santo, una recopilación de ensayos, y Sin contar, un libro de miniaturas poéticas o haikus, acompañado de grabados del pintor alemán Jan Peter Tripp.

AUSTERLITZ (2001)

La última obra de Sebald pertenece enteramente al ámbito de la ficción, pero es más que una novela. En ella se combina magistralmente el ensayo, la historia, la ficción y la vida, utilizando una prosa de poderoso aliento. Pertenece, pues, a un género impreciso, que comparte los atributos de la novela con los de la crónica de viajes, la historia intelectual y la biografía.

Zoo de Amberes, donde comienza la novela.

Austerlitz es una novela sobre la búsqueda de la propia identidad, sobre la naturaleza humana y un viaje por el turbulento siglo XX. La historia, narrada con complejas y largas oraciones –la inconfundible “frase Sebald”—nos cuenta la vida de Jacques Austerlitz, un profesor de Historia de la Arquitectura que, por casualidad, conoce al narrador en Amberes. Este narrador mezcla su narración con la del propio Austerlitz y explica las largas conversaciones que mantuvo con aquel taciturno interlocutor a través de treinta años, desde finales de los años 60 a finales de la década de los 90, cuando, en periodos breves, separados por largos años de silencio e incomunicación, pasearon y conversaron sobre la vida. El autor pasa de un tema a otro sin transición alguna, intercalando digresiones sucesivas hasta convertir el relato entero en un laberinto en el que, de pronto, aparece la salida. De esta forma, mediante una estructura narrativa que recuerda a Thomas Mann o a Joyce, Austerlitz va desgranado el pasado que ha ido descubriendo.

La Estación Central de Amberes donde se produce el primer encuentro entre Austerlitz y el narrador.

La voz narradora elegida por Sebald para hilar el relato es el narrador testigo, basada en el recurso narrativo de “contar  a través de otro” que logra, por un lado, reforzar la sensación de extrañamiento y desarraigo que experimenta el propio Austerlitz y por otro, nos permite acceder lentamente al relato, implicarnos emocionalmente con la historia al compartir el mismo grado de conocimiento y empatizar con este personaje y su búsqueda identitaria.

Invierno de Lucas van Valckenborch (1595), una de las obras pictóricas a las que se alude en la novela. Austerlitz reflexiona sobre el tiempo observando la figura amarilla caída en el hielo que se aprecia a la derecha del cuadro.

Sebald levanta un edificio narrativo poético, duro, salpicado de sugerentes y misteriosas fotografías antiguas que aportan verosimilitud a un relato apasionante y reflexivo. Su maestría narrativa nos lleva por la Europa desgarrada de la II Guerra Mundial, de los guetos, de los campos de exterminio, del exilio, la posguerra y el telón de acero, hasta recalar en  el final del siglo.

Templo masónico en el Great Eastern Hotel

También es un viaje arquitectónico deslumbrante por ciudades y monumentos, estaciones de tren, palacios, balnearios y otros edificios que pueden ser calificados de no-lugares, espacios de anonimato por los que transita el protagonista sin establecer ningún tipo de conexión afectiva o de pertenencia.

Palacio de Justicia de Bruselas

Austerlitz pasa por ser la obra maestra de Sebald y seguramente lo es. En ella se encuentran todas las influencias que Pablo D’Ors enumeraba en una excelente crítica: Kafka en el destierro del personaje, Montaigne en la ironía, Hesse en el amor a la naturaleza, Bernhard en la sintaxis, Sarraute en el culto a los objetos, Sterne en el ir y venir del narrador, Goethe en el afán por el viaje y el romanticismo no barroco…

Campo de concentración de Terezin

 Austerlitz ya es un clásico, uno de esos libros necesarios que revelan el poder de la literatura para explorar las emociones, sin escamotear ese misterio inherente a la condición humana. Europa ya es inseparable de Auschwitz. Pocas obras se han acercado tanto al corazón del hombre sin pretender hallar coherencia en un territorio donde anidan el miedo y el anhelo de comprensión.

Espero que disfrutéis tanto de la lectura como yo lo he hecho. Nos vemos el próximo día 17 de febrero.

 

Los comentarios son las opiniones de los lectores, no de la biblioteca ni del IES Miguel Catalán. Todos los comentarios son sometidos a moderación previa. No se aceptan contenidos mal intencionados, difamatorios o publicitarios.

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.